Tantos detalles sobre asuntos insignificantes

viernes, 5 de febrero de 2010

Relatos Insignificantes #1

"Corazón," -me dijo con una mueca pícara - "¿qué te doy?"
Antes de si quiera notar aquella iniciativa, miré a los ojos del hombre (que aparentaba merodear por las cuatro décadas) y le respondí "Ajá, sí, gracias, me sirves un dry martini por favor." y despegué impulsivamente mi mirada del inextrañable maricón coctelero a favor de las señoritas que iban y venían por la pista de baile. "Esto de un maricón detras de la barra ha de espantar a los escuincles" comenté en son de broma a un señor a mi lado, quien al mirarme de pies a cabeza hizo un rictus de repugnancia y se volteó. "Seguramente el también es maricón" pensé mientras dejaba el pago por la bebida. Me desplazé hacía la pista para echarle una mejor mirada a las minas que con sus hechizos provocaban a los niños, y en algunas ocasiones, a los hombres como yo. Esperé un rato acabando a sorbos con mis labios secos al dry martini, observando a quien tomar por mujer durante algunas canciones. Por fin comencé a bailar con una chica que se había separado de sus amigas y parecía perdida baliando sola, con un aire alquitránico y arrogante (que es lo que vuelve loco a las estas mujeres) le pregunté "¿No te cansa que la música esté tan fuerte que pierdas la oportunidad de entablar una agradable y cómica conversación con quien podría ser, quizás, el hombre de tu vida?" a lo que indignada me contestó "O sea ¿qué?", sin perder el ánimo reformulé lo dicho con el mismo aire arrogante y una sonrisa adherida: "Que bendigo al cielo por este ruido insoslayable que me permite no escuchar tu boca fresa, y mientras tan sólo admirar como tu cuerpo se mueve sin actividad mental.". Claro, no escuchó ni una palabra que le dije debido a los excesos de las bocinas, pero a decir por su expresión, creyó que le dije algo agradable; después de un rato le hice notar hacía donde se habían escabullido sus amigas. Me despedí sin echar una mirada más, ya era suficiente de la farsa nocturnal.

Saliendo de la cuna de la desesperanza me dirigí al coche aparcado a unas cuadras, abrí la puerta y tomé el gabán que se encontraba sobre el asiento del copiloto. Me abrigué, y seguí caminando otras cuadras con un cigarro entre los labios, aún secos.

[una joyita por haber llegado hasta acá...
)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ammm... una buena historia... aunque el final no estuvo al 100%... logre imaginarme todo perfectamente pero la historia no me llevo a ningun lado, tuvo un drastico fin.

Aunque fue una buena historia. No dejes de ecsribir =D


Marlen C.

Unknown dijo...

Totalmente cierto como es que en una vida nocturna uno precisamente busca una persona e intenta entablar una buena charla sin embargo el alto volumen delos altavoces y la poca credibilidad a la sociedad impide que una persona nueva a tu conocer quiera acceder a ello, la costumbre de que todos tienen llegan con un fin no necesariamente agradable a todos cierra posibilidades a personas lejanas a una costumbre como tal, y mas cierto aun despues de gran desepción de noche, siempre termina con un cigarro en la boca camino a casa como si nada hubiera sucedido

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